El testamento es el documento en que quedan recogidas las últimas voluntades de una persona, en sus plenas facultades, antes de su fallecimiento.
En ellos se refleja el reparto de los bienes a los herederos, pero también pueden contener otras disposiciones, como puede ser el reconocimiento de hijos ilegítimos o de albaceas testamentarios.
Contar con un testamento que decida el reparto de la herencia evita en muchas ocasiones las discusiones familiares que se ocasionan en estas situaciones y además reduce gastos para los herederos.
El testamento abierto es el más común. En una notaría, que custodiará el documento original, el interesado expresa la voluntad de dejar o no ciertos bienes a las personas físicas o jurídicas que desee y, una vez producido el fallecimiento, se ejecuta según las instrucciones.
Para su redacción, el testador aportará las escrituras correspondientes a los bienes inmuebles y cualquier otro documento que sea necesario y se firma en presencia del notario dando la conformidad.
Existen varios tipos de testamentos como los testamentos abiertos que son los más habituales, será el notario el encargado de su redacción según las instrucciones del testador, se guardará en la notaría y es fácil de aplicar.
Para la redacción de este testamento será necesario aportar las escrituras de los bienes inmuebles y todos los documentos que se requieran, firmándolo al final si se está conforme.
El testamento cerrado se entrega en un sobre en el que se indicará si es manuscrito o no al notario, quien levantará acta de entrega. En estos casos, sólo el testador, y quien él haya considerado, conoce el contenido del testamento.
Cuando el testamento se redacta a mano, se denomina ológrafo. Estos documentos son más fáciles de falsificar o extraviar, ya que no existe un registro notarial que verifique su autenticidad. Deberán estar escritos por el puño y letra del testador y sin borrones o tachas, fechado y firmado por el declarante. En estos casos, hay que demostrar la autenticidad del documento, lo que no siempre es posible y, desde luego, casi nunca sencillo.